domingo, 16 de diciembre de 2012

Insomnio

Quizás fue la última película que vio entre sueños por la televisión, o quizás el hecho de que las últimas semanas han sido un poco difíciles. Estresantes. Pero lo que le hacía más sentido a él era que su noche de insomnio se había debido a la ausencia de ella; ausencia que intentaba lastimosamente llenar con sus ya lejanos recuerdos del romance vivido. Como hace meses no sucedía, sus pensamientos estaban impregnados de su recuerdo, de su aroma a perfume barato pero a la vez único en su piel, y de su sonrisa de niña. Aquella que no había cambiado desde que hace ya bastantes años se conocieran, y se volvieran a reconocer en la pubertad. Casi como una premeditada broma, o con la mala intención de revivir aquel dolor silencioso y profundo, quiso su subconsciente que todos los estímulos de esa intranquila noche lo guiaran hacia ella. El sol se levantaba tímidamente, y el frío de la mañana nublada hacía olvidar a ratos que corría el mes de diciembre. La escasa luminosidad que ingresaba a la pieza, como de costumbre, terminaba por completar el escenario propicio para los sentimientos que embriagaban al muchacho en aquellos instantes. 

Viendo que los esfuerzos por dormir habían sido en vano, pensó que mejor valdría levantarse. Pensó que aquello era bueno, que debía preparar los exámenes restantes, aprovechar de realizar algunas compras y asear su dormitorio. Replanteó su rutina diaria y pensó que ésta era buena, que valdría la pena levantarse para vivir un día así. Para vivir nuevamente un día así. Y así lo hizo. Se levantó, se aseó y desayunó, y de esa forma borró como varias veces lo hizo el recuerdo infame del amor perdido. No hay nada mejor que el ajetreo diario para anestesiar las heridas de amor, como tampoco no hay nada mejor que un matecito para recuperar el sueño perdido.